
Antecedentes Históricos
Las raíces del conflicto: del Mandato Británico a las guerras regionales
El conflicto palestino-israelí no puede entenderse sin remontarse al final del Mandato Británico en Palestina y la creación del Estado de Israel en 1948. Ese momento marcó el inicio de una etapa de tensiones políticas y territoriales que desembocarían en guerras clave como la del Sinaí (1956) y la de los Seis Días (1967).
La ONU propuso en 1947 dividir Palestina entre un Estado judío y uno árabe, lo cual fue aceptado por los judíos pero rechazado por el mundo árabe. Tras la proclamación del Estado de Israel en mayo de 1948, estalló una guerra con los países árabes vecinos. Israel salió victorioso, ampliando su territorio más allá de lo asignado originalmente, y provocó el desplazamiento de más de 700.000 palestinos, que quedaron sin patria ni derecho reconocido al retorno.
En los años siguientes, Gaza quedó bajo control egipcio y Cisjordania fue anexionada por Jordania, pero sin crearse un Estado palestino. Desde Gaza, surgieron los fedayines, guerrilleros palestinos que atacaban a Israel, mientras Egipto, liderado por Nasser, bloqueó el acceso israelí al Mar Rojo. Esto llevó a la guerra del Sinaí en 1956, en la que Israel invadió la península con apoyo británico y francés, aunque tuvo que retirarse tras la presión de EE. UU. y la URSS.
La tensión continuó. En 1967, Egipto expulsó a las fuerzas de paz de la ONU, cerró el paso de Tirán y firmó alianzas militares con Siria y Jordania. Israel interpretó esto como una amenaza directa y lanzó un ataque preventivo el 5 de junio. En seis días, ocupó Gaza, Cisjordania, Jerusalén Este, el Sinaí y los Altos del Golán. Esta victoria dejó a los palestinos bajo ocupación militar, sin Estado, y con su situación aún más debilitada.
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